sábado, diciembre 16, 2006

miércoles, noviembre 29, 2006

Retratos de la ciudad llorona

atisbando
juegos de atardecer

el cristal con que se mira


a puerta cerrada



Bernardo Araujo

jueves, noviembre 02, 2006

"en serio te digo que sólo la vida existe"


"Sólo venimos a dormir,
sólo venimos a soñar,
no es verdad, no es verdad
que venimos a esta tierra a vivir"

sábado, octubre 28, 2006

jueves, octubre 19, 2006

Ahora respóndele a M. Durás

“Esto es todo”

¿Tienes miedo a la muerte?
¿Tu libro preferido por encima de cualquier otro?
¿Irías al paraíso?
¿Y después de la muerte que queda?
¿Quién se va a acordar de ti?
¿Qué te preocupa?
¿Tienes un titulo para el próximo libro?
¿Para que sirve escribir?
¿Quién eres?
¿Qué haces?
¿Escuchas este silencio?
Entonces ¿Qué será lo que quieres intentar escribir?
¿Qué hacer para vivir un poco? Todavía un poco
¿Para aliviar la vida?
¿Quieres añadir algo?

Nunca se sabe, con antelación,
lo que se escribe.
Todo es vanidad y persecución del viento.
Estas dos frases dan toda la literatura de la tierra


Marguerite Duras, Esto es todo
(20 de noviembre de 1994)

sábado, octubre 14, 2006

Marguerite Duras "Escribir"


“Todo escribe a nuestro alrededor, es lo que hay que llegar a percibir. Todo escribe”.

Se esta solo en casa, y no fuera, si no dentro. En el jardín hay pájaros y gatos. Así comienza el texto, Escribir, desmesurado e intimo como su autora. Calculando una exposición de motivos que al final del libro se tornarán irrefutables: En un jardín no se está solo. Pero, en una casa, se esta tan solo que a veces se está perdido. La frase termina de constituirse en esa soledad dispuesta por y para, Escribir, libros desconocidos aun para el que los escribirá, el motivo se nos revela como propio. El recuerdo de espacios que no existen más, la sensación omnipresente contenida en el sitio donde alguno escribió, un ser como Marguerite con la escritura como único equipaje vital, inmersa en ese aislamiento sin el que la obra no se engendra, y si así fuera, se despedazaría. Es el cuestionamiento acerca de toda esa mudez que rodea cada momento ordinario, al bajar la escalera, hervir el café o asomar a la calle. La escritura nunca me ha abandonado, el planteamiento nos voltea la moneda, sólo en el mutismo el autor percibe a ese acompañante místico que obliga la persistencia de un ritual inconsciente que precisa de una luz delgadamente pactada, cierta mesa, determinada bebida, desconectar teléfonos, cerrar ventanas, música, o no música, manchas de tinta, saliva o tabaco dispersas por el sitio de labores y el escondite exacto para cada texto. Todo un ceremonial que a los desavenidos del trabajo ordenado nos impide adquirir esa armonía, la soledad propia, reconocible en espacios aislados entre sí. Y justamente entonces: escribir, sin cómo ni porqué, sólo la fundamental necesidad de decir, Hallarse en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará, ese encuentro axiomático que es no tener mínima idea ni el más simple argumento para empezar un libro, frente a ese instante tan innegable como aterrador, por ello, en sentido estricto no cualquiera es un escritor, en cambio, cuando un libro está ahí exige ser terminado y uno escribe; con sus reglas de oro elementales: ortografía y sentido, nos dice Marguerite. Al final de cuentas saber lo que se ha escrito encarnaría el desastre, quizá el más infame. Por tal razón, desde este punto un libro es siempre algo desconocido, es también todo el silencio reunido en espera de un aúllo por breve que sea.
Escrupulosamente un libro terminado (obvio, cuando se ha escrito) deja de ser propio, impide reconocer en que momento nos enterneció, en que instante estuvimos a punto de tirar la toalla, e indistintamente nos encontramos, solos, igual que antes de escribirlo, no es extraño que el siguiente texto, si es que llega a existir obligue, a veces, a cambiar de espacio. Es únicamente parte del precio.
Al igual que Marguerite, de manera personal puedo confesar que nunca he tenido programación en mis textos, ni horario fijo para trabajar. Además me avergüenza revelar que comúnmente suelo convertirme en mi propio guarura, reviso tanto lo que voy a escribir antes de hacerlo, es para dar asco. No se que es un libro pero lo reconozco cuando lo tengo enfrente, tal vez me equivoque, sin embargo acostumbro correr ese riesgo, de igual forma me considero fiel creyente de la venerable casualidad, del error magnifico que soluciona todo, o casi.
Puede sonar sumamente fácil y retórico hablar de la cabrona soledad del autor, podemos pensar que la hemos padecido, que es horrible, y sin embargo, más allá de todo es difícil, complicadísimo encontrarla, hacerla, construirla, obedecerle inmersos en un mundo atiborrado de cacofonías, pero sobre todo reconocer que sonidos forman parte de la nuestra propia, cuales la constituyen, es la noche y no la muerte si no el momento tenue de su arribo. Se escribe sin saberlo, cuando se hace un libro, pero un libro, se encuentra uno en particular soledad. Igual se puede no escribir y también reconocerse solo. No llorar no significa no vivir, pero no se produce la liberación, no la liberación de Duras, algunos necesitan llorar, otros necesitamos para no llorar, escribir, o escribir para llorar, o para hacer llorar, ya sea por calidad, por sensibilidad o en el peor caso debido a la total ausencia de estos elementos. Por mi parte he confiado siempre en lo desconocido y en la tangible desesperación que no cesa. Porque no se trata de una reflexión, hablamos de cierta facultad.

Si se supiera lo que se va a escribir antes de hacerlo, nunca se escribiría. No valdría la pena.
La escritura: la escritura llega como el viento, esta desnuda, es la tinta, es lo escrito y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida.



Bernardo Araujo

jueves, septiembre 21, 2006

miércoles, septiembre 06, 2006

fragmento de "Los Perros"

... así pudo ser la puerta de aquella casona ¿tal vez estrecha y carcomida? ¿de cinco bisagras o tres? Bien puediera serlo, pienso con la certeza en que se reconoce una vieja casa de jardines espesos a la que se entra por primera vez con la sensacion de haber estado antes ahí. Acarrea dos o tres pasos para cada lado, mirándome pausadamente con los ojos de un gato sucio y extraviado que de pronto te sale al paso por un camino extraño y aislado donde todas las cosas te son tan conocidas como este sendero que nunca has pisado, o las cactaceas deformes que crecen a la orilla de aquellos lugares y conforman figuras entrañables al atardecer, imagenes que sólo viste durante la infancia, tal vez de la niñés de tus abuelos y que te causarían terror si esto no fuera sueño. La pequeña de facciones griegas no avanza más de cuatro yardas sin vovler a clavarme la mirada como señalando un suceso indecible, así como te miraría el medigo de la esquina al pasar, sabiendo que adelante han matado a alguien...


Bernardo Araujo

domingo, agosto 27, 2006

respóndele a Neruda

¿si he muerto y no me he dado cuenta, a quien le pregunto la hora?
¿hay algo más triste en el mundo que un tren inmovil en la lluvia?
¿cuántas preguntas tiene un gato?
¿las lágrimas que no se lloran esperan en pequeños lagos?
¿de donde viene el nubarron con su sacos negros de llanto?
¿qué dirán de mi poesía los que no tocaron mi sangre?


PabloNeruda


es la hora de tu nacimiento /
si, un tren avanzando lento bajo la lluvia /
Todas /
siempre se topa uno con las lágrimas que no ha llorado /
de una tierra feliz y aburrida /
no tocaron tu poesía los que no rosaron tu sangre.

B. A.

miércoles, julio 26, 2006

fotografia de Atta Kim


Título: Pareja teniendo sexo
tiempo de exposición:1 hora


(¿cuantas posiciones fueron?... a verdaaaa.....)

lo peor es que ni domingo es


“Y lo malo es ahorita cuando escribo solo,
ahorita que es domingo y se me hace eterno,
cuando no salgo y aun así el frío me lastima en los tobillos”.

“Es larga la serie de soles que caen”

“Son mas crudas las heridas de la pluma
sobre el blanco entierro del papel y la mortaja,
yo solo pregunto ¿Por qué?
¿Por quién aguardo? ¿Para quien parezco?
Y sobre todo ¿hasta cuándo?”




de una rola del Edgar Oseranski

miércoles, julio 19, 2006

de el Fisgón



la caverna de Eusebio Ruvalcaba


en realidad el texto no es completamente fiel a la versión original que se publicó en praxis-dosfilos

pero es de lo que pude acordarme, puesto que el libro lo leí prestato y cometí la tontería de regresarlo,

se vale corregirme... de favor ¿no?

LA CAVERNA DE LOS MÁRTIRES

todos vienen a dar aqui
se fuma, se bebe, se conversa,
se escucha música y se dicen audacias,
sueños que destejen los mediocres,
tontería y media,
se puede asistir solo o acompañado de un recuerdo,
de un poco de alegría o inclusive de una mujer
El único requisito es tener el alma mas delgada que un hilo
ambicionar un sitio en el panteón de nadie
y beber más vino que tristeza.

lunes, julio 17, 2006

Rulfo y el desafío de la creacíón



JUAN RULFO
El desafío de la creación*


Desgraciadamente yo no tuve quien me contara cuentos; en nuestro pueblo la gente es cerrada, sí, completamente, uno es un extranjero ahí.
Están ellos platicando; se sientan en sus equipajes en las tardes a contarse historias y esas cosas; pero en cuanto uno llega, se quedan callados o empiezan a hablar del tiempo: "hoy parece que por ahí vienen las nubes..." En fin, yo no tuve esa fortuna de oír a los mayores contar historias: por ello me vi obligado a inventarlas y creo yo que, precisamente, uno de los principios de la creación literaria es la invención, la imaginación. Somos mentirosos; todo escritor que crea es un mentiroso, la literatura es mentira; pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales de la creación.

Considero que hay tres pasos: el primero de ellos es crear el personaje, el segundo crear el ambiente donde ese personaje se va a mover y el tercero es cómo va a hablar ese personaje, cómo se va a expresar. Esos tres puntos de apoyo son todo lo que se requiere para contar una historia: ahora, yo le tengo temor a la hoja en blanco, y sobre todo al lápiz, porque yo escribo a mano; pero quiero decir, más o menos, cuáles son mis procedimientos en una forma muy personal. Cuando yo empiezo a escribir no creo en la inspiración, jamás he creído en la inspiración, el asunto de escribir es un asunto de trabajo; ponerse a escribir a ver qué sale y llenar páginas y páginas, para que de pronto aparezca una palabra que nos dé la clave de lo que hay que hacer, de lo que va a ser aquello. A veces resulta que escribo cinco, seis o diez páginas y no aparece el personaje que yo quería que apareciera, aquél personaje vivo que tiene que moverse por sí mismo. De pronto, aparece y surge, uno lo va siguiendo, uno va tras él. En la medida en que el personaje adquiere vida, uno puede, por caminos que uno desconoce pero que, estando vivo, lo conducen a uno a una realidad, o a una irrealidad, si se quiere. Al mismo tiempo, se logra crear lo que se puede decir, lo que, al final, parece que sucedió, o pudo haber sucedido, o pudo suceder pero nunca ha sucedido. Entonces, creo yo que en esta cuestión de la creación es fundamental pensar qué sabe uno, qué mentiras va a decir; pensar que si uno entra en la verdad, en la realidad de las cosas conocidas, en lo que uno ha visto o ha oído, está haciendo historia, reportaje.A mí me han criticado mucho mis paisanos que cuento mentiras, que no hago historia, o que todo lo que platico o escribo, dicen, nunca ha sucedido y es así. Para mí lo primero es la imaginación; dentro de esos tres puntos de apoyo de que hablábamos antes está la imaginación circulando; la imaginación es infinita, no tiene límites, y hay que romper donde cierra el círculo; hay una puerta, puede haber una puerta de escape y por esa puerta hay que desembocar, hay que irse. Así aparece otra cosa que se llama intuición: la intuición lo lleva a uno a pensar algo que no ha sucedido, pero que está sucediendo en la escritura. Concretando, se trabaja con: imaginación, intuición y una aparente verdad. Cuando esto se consigue, entonces se logra la historia que uno quiere dar a conocer: el trabajo es solitario, no se puede concebir el trabajo colectivo en la literatura, y esa soledad lo lleva a uno a convertirse en una especie de medium de cosas que uno mismo desconoce, pero sin saber que solamente el inconsciente o la intuición lo llevan a uno a crear y seguir creando. Creo que eso es, en principio, la base de todo cuento, de toda historia que se quiere contar. Ahora, hay otro elemento, otra cosa muy importante también que es el querer contar algo sobre ciertos temas; sabemos perfectamente que no existen más que tres temas básicos: el amor, la vida y la muerte. No hay más, no hay más temas, así es que para captar su desarrollo normal, hay que saber cómo tratarlos, qué forma darles; no repetir lo que han dicho otros. Entonces, el tratamiento que se le da a un cuento nos lleva, aunque el tema se haya tratado infinitamente, a decir las cosas de otro modo; estamos contando lo mismo que han contado desde Virgilio hasta no sé quienes más, los chinos o quien sea. Mas hay que buscar el fundamento, la forma de tratar el tema, y creo que dentro de la creación literaria, la forma -la llaman la forma literaria- es la que rige, la que provoca que una historia tenga interés y llame la atención a los demás.

Conforme se publica un cuento o un libro, ese libro está muerto; el autor no vuelve a pensar en él. Antes, en cambio, si no está completamente terminado, aquello le da vueltas en la cabeza constantemente: el tema sigue rondando hasta que uno se da cuenta, por experiencia propia, de que no está concluido, de que algo se ha quedado dentro; entonces hay que volver a iniciar la historia, hay que ver dónde está la falla, hay que ver cuál es el personaje que no se movió por sí mismo. En mi caso personal, tengo la característica de eliminarme de la historia, nunca cuento un cuento en que haya experiencias personales o que haya algo autobiográfico o que yo haya visto u oído, siempre tengo que imaginarlo o recrearlo, si acaso hay un punto de apoyo. Ése es el misterio, la creación literaria es misteriosa, y uno llega a la conclusión de que si el personaje no funciona, y el autor tiene que ayudarle a sobrevivir; entonces falla inmediatamente. Estoy hablando de cosas elementales, ustedes deben perdonarme, pero mis experiencias han sido éstas, nunca he relatado nada que haya sucedido; mis bases son la intuición y, dentro de eso, ha surgido lo que es ajeno al autor. El problema, como les decía antes, es encontrar el tema, el personaje y qué va a decir y qué va a hacer ese personaje, cómo va a adquirir vida. En cuanto el personaje es forzado por el autor, inmediatamente se mete en un callejón sin salida.

Una de las cosas más difíciles que me ha tocado hacer, precisamente, es la eliminación del autor, eliminarme a mí mismo. Yo dejo que aquellos personajes funcionen por sí y no con mi inclusión, porque entonces entro en la divagación del ensayo, en la elucubración; llega uno hasta a meter sus propias ideas, se siente filósofo, en fin, y uno trata de hacer creer hasta en la ideología que tiene uno, su manera de pensar sobre la vida, o sobre el mundo, sobre los seres humanos, cuál es el principio que movía las acciones del hombre. Cuando sucede eso, se vuelve uno ensayista. Conocemos muchas novelas-ensayo, mucha obra literaria que es novela-ensayo; pero, por regla general, el género que se presta menos a eso es el cuento. Para mí el cuento es un género realmente más importante que la novela porque hay que concentrarse en unas cuantas páginas para decir muchas cosas, hay que sintetizar, hay que frenarse; en eso el cuentista se parece un poco al poeta, al buen poeta. El poeta tiene que ir frenando el caballo y no desbocarse; si se desboca y escribe por escribir, le salen las palabras una tras otra y, entonces, simplemente fracasa. Lo esencial es precisamente contenerse, no desbocarse, no vaciarse; el cuento tiene esa particularidad; yo precisamente prefiero el cuento, sobre todo, sobre la novela, porque la novela se presta mucho a esas divagaciones.

La novela, dicen, es un género que abarca todo, es un saco donde cabe todo, caben cuentos, teatro o acción, ensayos filosóficos o no filosóficos, una serie de temas con los cuales se va a llenar aquel saco; en cambio, en el cuento tiene uno que reducirse, sintetizarse y, en unas cuantas palabras, decir o contar una historia que otros cuentan en doscientas páginas; ésa es, más o menos, la idea que yo tengo sobre la creación, sobre el principio de la creación literaria; claro que no es una exposición brillante la que les estoy haciendo, sino que les estoy hablando de una forma muy elemental, porque yo les tengo mucho miedo a los intelectuales, por eso trato de evitarlos; cuando veo a un intelectual, le saco la vuelta, y considero que el escritor debe ser el menos intelectual de todos los pensadores, porque sus ideas y sus pensamientos son cosas muy personales que no tienen por qué influir en los demás ni hacer lo que él quiere que hagan los demás; cuando se llega a esa conclusión, cuando se llega a ese sitio, o llamémosle final, entonces siente uno que algo se ha logrado.

Como todos ustedes saben, no hay ningún escritor que escriba todo lo que piensa, es muy difícil trasladar el pensamiento a la escritura, creo que nadie lo hace, nadie lo ha hecho, sino que, simplemente, hay muchísimas cosas que al ser desarrolladas se pierden.

* Rulfo, Juan. El desafío de la creación, en Zavala, Lauro (ed.) *
Teorías del cuento, III. Poéticas de la brevedad. Coordinación de Difusión Cultural, Dirección de Literatura. UNAM. México, 1997.